…Ves el horario un par de días antes. (No va a llover, menos mal// Vaya mierda como llueva). Este equipo me suena, el año pasado (perdimos pero pudimos ganar//nos dieron un palizón//les ganamos pero esta vez perdemos seguro), son (buenos//son malos pero corren//se les puede ganar) y (son buena gente//son chulos) // ¿Quién coño serán estos?
Qué ganas de jugar, esta vez cabeza arriba y a no perder tontamente el balón. Si lo hacía bien cuando estaba en el colegio, y me decían que era muy bueno todos los demás, y yo sabía que lo era, ¿no quedará algo por ahí? Claro que queda, porque hoy no es sábado. Pero por encima de imaginarte tu actuación personal , haciendo un encuentro con pocos fallos y ayudando al máximo, te imaginas al equipo ganando, o consiguiendo meter un gol a un rival mucho más fuerte físicamente, y a veces técnicamente también. Qué orgulloso de jugar en este club en el que todo es importante y poco importante a la vez.
En este partido marco. Y paso de ponerme de portero, aunque si hay que ayudar al equipo no lo dudaría. En este hago un partido al menos aceptable…
Va llegando el sábado. Ya es sábado. Charlas con otros seguidores/jugadores del equipo: si vienen (tal, tal y tal) al partido y no nos meten 3 nada más empezar y marcamos primero y… podemos sacar algo. Una mierda, vamos a perder seguro. Que no coño que ganamos.
Conforme llega la hora llegan los nervios: da igual que ya hayas jugado varias decenas de partidos y que sepas que vas a perder salvo milagro, el resultado es lo de menos. La boca seca, notas el (frío invernal//calor pegajoso del verano). (El griterío de los niños del fútbol 7//los gritos amortiguados de goles de la pista cubierta). Ves el partido antes del tuyo y te parece que corren como galgos, que entran fuerte, o que tienen una técnica buena porque han jugado mucho tiempo. ¿Acaso tú no has jugado también? A veces ves como gritan enfurecidos y cómo celebran con rabia los goles, o como protestan o se encaran entre ellos. Te imaginas en esas situaciones y te da casi miedo. Ya casi ha desaparecido esa confianza que llegó hasta el viernes. Ahora casi que preferirías irte a tu casa, o mucho mejor, quedarte y ver cómo los demás compañeros hacen lo que pueden y animarlos desde fuera, o si no, ofrecerte a ponerte de portero. Ahí aunque falles no será tan evidente, no tendrás tanta responsabilidad. Pero ¿por qué ese cague? Si es un puto partido en una puta liga venida a menos y encima en segunda división. Piensas que ojalá fuera un partido de entrenamiento, y que nadie ajeno te estuviera viendo. Pero si no se van a fijar en ti. No, ya lo sé, pero si la cago empezaré a notar el murmullo invisible de los demás. Que te he dicho que no hay nadie que se vaya a fijar en ti. Pues a mí me da igual, estoy nervioso, con la boca seca habiéndome hartado de beber, con ganas de mear y eso que acabo de mear y con un pellizco en el estómago de la tensión que tengo.
Ves a los rivales de este partido, con cara de suficiencia y tranquilidad, porque hoy juegan contra tu equipo, saben que van a ganar por goleada, o al menos eso esperan. (Conocen a varios de los nuestros de haber jugado tantos años, se respira buen rollo// Hay indiferencia tensa, acompañada de carcajadas que suenan a burla para los mal pensados).
(Ha llegado tal, esto marcha, además su hermano tal, y tal también estaba ahí antes que tú. Estamos casi todos. Venga que hoy podemos ganar// Vaya mierda, no ha podido venir tal, y tal tampoco, y somos cinco justos, nos van a meter un palizón, y no tenemos portero).
El árbitro pita el final del partido anterior, entras en la pista con los demás. Te acuerdas de la escena de Gladiator cuando sale a la arena por primera vez, o cosas parecidas que te recuerdan que tienes toda la presión del mundo por jugar un partido insignificante, y que encima no la vas a manejar bien. En el calentamiento bromas y pronósticos del resultado (1, X, 2 ó goleada con dos dígitos) con gente que algún día jugará en el equipo, o que al menos eso queremos. Además, aconsejas a dos chavales nuevos, diciéndoles lo que te gustaría que te dijesen a ti porque crees que tú fuiste como ellos y aún lo sigues siendo, y tienes toda la pinta de seguir siéndolo. Me refiero a que cada partido parece el primero que juegas en el equipo. Que tienes los mismos fallos. Que no sabes dónde colocarte, que piensas que lo que te dice uno es lo contrario a lo que has oído en el resto de partidos pero que ambas cosas son correctas y la culpa es tuya de no entenderlo. Prefieres no salir de titular si se puede, ya entrarás discretamente luego. Pensabas que con los jóvenes nuevos estarías más motivado, que lo harías mejor, pero sólo ha servido para hacer más evidente tu falta de autoconfianza.
Comienza el partido y ahora estás un poco mejor, no con el pánico de antes, sólo un poco nervioso. Pero lo peor no es eso, sino que no queda nada de la motivación ni las buenas intenciones del domingo, lunes… y viernes. No hay nada, sólo cansancio inmediato cero, una o dos carreras más tarde, y deseos encontrados (que me le pasen//que no me la pasen que estoy cansado y no puedo pensar). En ambos casos el desenlace suele ser el mismo. Aturrullamiento, atenazamiento y pérdida, en el mejor de los casos piensas que no lo has hecho bien. Sobre todo últimamente. En cualquier jugada imaginas al jovencito que defiendes por la banda como si fuera Alves, al delantero treintañero en el córner como Hasselbaink o Vieri, y al defensor como Dessailly o Puyol, y al portero… al portero ni llegas a imaginártelo, porque no puedes verlo mirando para abajo. Tan sólo algún gol o un corte de balón hacia saque de banda podrán maquillar tu lamentable partido. ¡Qué pesado coño! ¿Y los demás?, ¿acaso ellos lo están bordando?, fíjate incluso en los del otro equipo. Sí es verdad, no creo que ni ellos sean tan buenos. ¿Entonces? Nada, pero podría haberlo hecho mejor y estoy siendo el peor del partido porque lo digo yo y punto. Tan sólo un fallo más clamoroso de lo normal puede aguijonear tu orgullo y hacer que no te acuerdes del cansancio, que puede que sólo sea psicológico según te dijo el capitán. Pero ese efecto dura lo que dura esa jugada, y luego desaparece y hace que el cansancio vuelva aún con más ganas. En el tiempo muerto escuchas consejos paternales:
“Lo que hay que hacer es aguantar atrás y aprovechar una que tengamos // Lo que hay que hacer es tener descaro e intentar irte, porque si no acabamos a un metro del portero“.
“Si tienes a uno en tu lado y se va para el otro lo sigues // No, si se va al otro lado lo dejas, y si el otro tiene dos, pues que tenga dos, igual te puede pasar a ti, porque si no te cansas mucho“.
“Si voy por tu banda, no te vayas para el otro lado, porque lo que quiero es hacer una pared// Si me voy por tu banda ponte en el sitio que he dejado yo porque si no nos estorbamos uno al otro”.
Para ese momento, el sino del partido está ya decidido y aspiramos (a marcar el gol del honor// podemos aún luchar por empatar, incluso ganar//vamos ganando y defendemos con uñas y dientes nuestra ventaja). En los momentos de lucidez que te permite el cansancio, te llegan fogonazos de las buenas intenciones de antes del partido, pero no llegan a quedarse mucho tiempo. Sólo te mantiene en pie la vergüenza de no pedir aún el cambio porque hay otros que se supone que lo necesitan más que tú, ("Si estoy cansado nada más salir al campo, ¿entonces qué hago, no juego directamente no? Mejor sigo un poco más"). Y sobre todo te mantiene el deseo de luchar por tu equipo hasta el final con el orgullo mermado que te concede esa presión invisible.
Acaba el partido, y en el 90% de los casos te vas rápido, casi sin saludar, deseando perderte y olvidarte del partido que has hecho. Sólo te queda algún consuelo si el equipo lo ha dado todo y no ha sido humillado (ya sea ganado o perdiendo). Aunque debes hacer la crónica al día siguiente, eso está guay. Porque mientras la escribes con agujetas te das cuenta, mejor dicho, recuerdas, de la grandeza del equipo en el que juegas, de que tiene escudo, himno y nombre propio, que es el decano, que tiene una liga, que tiene 32 años de historia, que tiene posibilidades de seguir una generación más, de que lo que importa es disfrutar jugando a pesar de la edad y el rival, y que precisamente en este equipo es en el único en el que puedes permitirte esas actitudes, aunque no deberías, porque con ellas no das todo por él aunque acabes hecho polvo el partido.
Si sigues así no mereces jugar en este club, porque va contra sus normas. Te dan ganas de que sea ya el siguiente, esta vez seguro que no cometes esos fallos ni tienes esa mentalidad de cagón. Ves el horario un par de días antes…
POR TODO ESO ERES UN LECHEYHABAS
ResponderEliminarDigo yo que esto lo podias haber puesto por fasciculos, jooder que tochoo xD.
ResponderEliminarConfieso que no lo he leído entero............
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